Mi personaje y yo. Una historia de amor y poder
Construcción del personaje
Autor: P. Población K, M. D.
En este post y los siguientes vamos a describir el constructo PERSONAJE como denominación de un haz de roles complementarios patológicos, que se constituye como un falso yo que a lo largo de la vida puede acompañar durante años o, incluso ocultando el VERDADERO YO. Se trata de una estructura de poder que nace a partir de la adaptación al medio del infante herido.
Describiremos su formación, efectos psicopatológicos y las vías terapéuticas adecuadas.
El niño bueno, el listo, el rebelde, el niño malo, el gracioso, el invisible…. son personajes que, con otros muchos, encontramos en la mayoría de nosotros.
Un personaje es un sujeto de ficción que representa una serie de atributos, cualidades, virtudes y defectos, que lo caracterizan. Tiene que ver con el parecer de Jung. Junto o frente a él aparece la persona, individuo de la especie humana que se caracteriza por la conciencia del sí mismo, se puede considerar el verdadero yo. El primero se expresa como el ego, entendido como el prefijo de términos como, egocéntrico, ególatra, etc, es decir, aspectos centrípetos de la persona en su relación consigo mismo y con los demás. Y allá está el yo, a veces temerosa o avergonzantemente oculto por el ego, casi desconocido, que provoca ese grito oído una y otra vez de ¡quiero ser yo mismo!, que tanto cuesta llevar a la práctica.
El personaje, ese artificio que como veremos se desarrolla muy pronto, crece ayudando y alimentándose del yo, lo va ocultando hasta que éste parece no existir. Soy yo mi personaje o soy YO.
- Historia del personaje
A continuación, quiero describir la historia de mí personaje, tú personaje, nuestro personaje, desvelarlo y ayudarlo a desaparecer para renacer en mi yo, tu yo, nuestro yo.
Esta historia comienza como una historia de amor fallido, de desamor. Ya desde el nacimiento es muy poco frecuente que el bebé reciba un amor absoluto, no existe perfección en el amor humano. Estos fallos de desamor que pueden ser por indiferencia, vacío o rechazo, que puede llegar a la agresión, provocan lo que se ha llamado por distintos autores, la herida infantil. Ya Spitz (El primer año de la vida del niño) habló sobre este tema y también, en España, Rof Carballo (Medicina psicosomática) y personalmente hice una contribución con mi artículo: “La escena primigenia y el proceso diabólico”. En todos los casos y con distinta perspectiva y lenguaje se llega a la misma conclusión: las heridas de amor provocan en el niño unas consecuencias importantes con reacciones psicobiológicas. Puede tratarse de llanto, dificultades respiratorias, trastornos digestivos como vómitos o despeños diarréicos, huida de la realidad en el silencio casi autístico o en la tristeza, etc. Los responsables a los que habitualmente no podemos llamar culpables de esta situación, son aquellas personas que cuidan al niño, casi siempre los padres.
- Influencia de la actitud de los padres
Ante las reacciones del niño herido estos padres se pueden encontrar inquietos, desconcertados, con un deseo de ayudar al niño que rara vez se plasma en una modificación de sus actitudes profundas, puesto que no suelen ser conscientes de lo que está provocando esta reacción de los hijos. Suelen pensar que están actuando de un modo adecuado. Las actitudes y conductas de los cuidadores del infante permiten que éste vaya percibiendo lo que aquellos desean de él, lo que esperan, lo que les puede tranquilizar. Aquí comienza la construcción aún muy elemental de lo que será el cimiento del personal personaje de cada niño.
- Roles complementarios
Tenemos entonces dos roles complementarios, el del niño de la madre y el niño del padre. Estos dos roles pueden ser relativamente similares o muy diferentes puesto que en algunos casos la actitud de cada una de las figuras parentales es muy diferente y por ello la respuesta del niño.
Como he apuntado anteriormente, estos roles complementarios son los intentos adaptativos del niño al ambiente familiar y en estas primeras edades no se puede decir que sean roles patológicos, puesto que surten una función adaptativa de supervivencia primaria.
Dado que es el mismo sujeto el que ha interiorizado estas dos posiciones aparecen en la realidad como un solo haz de roles. Es el inicio de lo que he denominado personaje. La presencia de dos posiciones representadas por dos roles reactivos introduce en el personaje aspectos contrarios, a veces muy disarmónicos.
Querido Pablo. Te adjunto un post que escribí hace un tiempo que me parece mucho tiene que ver con las cuestiones que planteas. Decir que me fascina y emociona leerte de nuevo suena un tanto cursi y tendencioso pero es la pura verdad. Os echo de menos.
SOY MI YO, NO TU YO (Escrito “casi” de corrido tras una consulta con un paciente en la que se abordaron conflictos presentes y pasados con su madre). AUTOR: Leandro Palacios Ajuria, Psicólogo Clínico. “Desde que era niño me he obligado a ser tu yo, esa persona que quieres que yo sea y que me haces desear para mí. Ahora que intento ser adulto, cada vez que miro mi espejo mental comparo la imagen que me devuelve con la que me has inculcado, con la del hijo que siempre has necesitado y que casi nunca he podido darte. Y sufro porque mi yo no es tu yo. He cometido un sinfín de errores y en cada desencuentro me recuerdas lo mucho que te sigo decepcionando. Y yo te creo a pesar de que la principal víctima de mí soy yo. Poco me reconforta que mis amigos, que mis compañeros de terapia, que mis terapeutas digan que me estoy convirtiendo en una mejor versión de mí mismo. Se imponen las diferencias entre mi yo y la silueta que has dibujado en mí. No encuentro alivio, me enfado contigo, me enfado conmigo, me siento culpable contigo, me siento culpable conmigo. Y el mundo se parcela en mi yo y tu yo, con un abismo insalvable entre ambos. Sé que todo lo nuestro alimenta un sufrimiento verdadero en ambos pero no sé si se debe a ser mi yo o a no ser tu yo. No voy a poder, ni en esta vida ni en otras tantas si las tuviera, amortizar las deudas que he acumulado con otros y conmigo. Pero necesito vivir mirando hacia delante. Ser mi yo aunque ello suponga que continúes esperando que tu yo me conquiste y puedas por fin quererte a través mío”.
¡Excelente! Cómo siempre querido Maestro