Mi personaje y yo (2): desarrollo y elaboración del personaje

Continuamos con el proceso de construcción e identificación de lo que hemos venido a denominar el personaje, un falso yo constituido por un haz de roles patológicos complementarios que pueden acompañar al sujeto durante su vida.

  • El desarrollo del personaje en la edad escolar

Si no ocurre ningún cambio significativo en una edad temprana, el personaje continúa sin cambios profundos e incluso, reforzándose y acrecentándose puesto que el medio ambiente sigue surtiendo el mismo tipo de estímulos. El paso del niño por la guardería y sobre todo, por el medio escolar, suele acrecentar las características del personaje ya que, desde ahora, los comportamientos del niño provocan respuestas complementarias que alimentan el círculo vicioso y los componentes actitudinales y comportamentales del personaje.

A lo largo del paso por la escolaridad, o ambientes escolares, no sólo se acrecientan los rasgos del personaje, como acabamos de decir, sino que también es posible, aunque raramente ocurra, su disminución. Pero lo que sí es también de observación frecuente, es la presencia de toda otra serie de componentes que complejizan el personaje. Estos se deben a que el niño pasa por situaciones de abuso, de violencia, de postergación o incluso de asunción de liderazgo.

En estas edades aun no podemos hablar de una patología en el sentido psicodramático, ya que todo lo que hemos descrito implica una posición adaptativa y que aún no siempre provoca dificultades en la relación y sufrimientos que porta el personaje. Lo que si es evidente es que ya aparece tal personaje como una ficción, como un alter ego del niño que acompaña e incluso oculta lo que podríamos llamar el verdadero Yo del niño.  En una terminología Jungiana podríamos hablar de la apariencia frente a la esencia o del Ego frente al yo o si mismo. Preferimos utilizar falso yo y verdadero yo como vía de comprensión inmediata para expresar lo que queremos decir.

  • Identificación del personaje

Cuando el tratamiento se ha enfocado en la eliminación o disolución del personaje aparecen distintas emociones que se constituyen como un doble duelo.

Es preciso aclarar que el personaje realmente no se elimina. En la expresión de algunos pacientes se guarda en un baúl. Su “eliminación” implicaría un cambio estructural de la compleja red neuronal que soporta estos mecanismos psicológicos. Lo que se suele lograr es que desde el sujeto se tome contacto con la existencia de este personaje, se haga consciente de que éste ha manejado su vida en numerosas ocasiones, quizás de un modo continuo. Se ha comportado como ese invasor extragaláctico de algunas películas de televisión que se introduce en el cerebro del humano y guía su comportamiento anulando transitoriamente su personalidad.

En este proceso de darse cuenta de la realidad de su personaje lo hace también de los perjuicios que le acarrean a nivel de las relaciones consigo mismo y los demás y de cómo es fuente de sus cuadros de angustia, temor  y muchos otros síntomas.  Como consecuencia de ello se plantea una posición crítica que por supuesto, no es suficiente para prescindir del dominio del personaje sobre el yo, pero sí como motivación para el proceso terapéutico que suele terminar con la postergación de todo lo que ha significado aquel y poder ser dueño del propio yo. Responder a ese grito de tantas personas que nos dicen “Quiero ser yo mismo”. Esto no impide que determinadas posibilidades tácticas y estratégicas que se han desarrollado desde el personaje puedan utilizarse desde el yo pero de un modo instrumental y no ciegamente compulsivo.

  • El cambio interno y la muerte (¿total?) del personaje

Este cambio interno en que desaparece el predominio del personaje se suele vivir como una muerte. Se trata de una muerte doble, el personaje como algo actual y la percepción de que habiendo nacido éste en la infancia es la muerte del “niño”, expresión habitual en la terapia. Esta doble muerte hace nacer una sensación de tristeza, desolación, acompañado de temores de ser frágil, vulnerable, de carecer de herramientas para el manejo en el mundo real actual. Se trata de un doble duelo que es preciso aceptar que dure un tiempo y que conviene ayudar a elaborar.

Hemos comentado que no se puede eliminar el personaje de un modo absoluto; sin embargo hay autores que defienden que esto es posible. Se trataría en este caso de una verdadera y profunda rematrización. Es una vieja discusión en el ámbito del psicodrama y podemos defender que en algún caso al menos se logre esta finalidad, ya que se ha demostrado que, incluso en adultos de cierta edad, pueden originarse cambios profundos en la estructura neuronal desapareciendo antiguas comunicaciones dendríticas y creándose otras nuevas.

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